Cuando conocí la
pintura de Menassa, tuve la impresión de que había creado un estilo. Y eso me
alcanzó para acercarme cuidadosamente, sabiendo que estaba próximo a una llama
que algo iba a iluminar de mi ser. Como me sucede en contadas ocasiones, cuando
percibo que estoy por observar o escuchar o leer algo del orden de lo poético,
ese rumor que tiene lo nuevo. Por un lado gocé de esta perspectiva llena de
libertad y de movimiento. Imaginé a un torero en el ruedo armado de una
espátula y pinceles. Después fui tocado muchas veces por los nombres de esos
cuadros, poesía de la poesía..
Y ahora la sorpresa
volvió a visitarme cuando recibí el catálogo de su próxima exposición, cuando
me encontré que dentro de ese estilo, Menassa tenía reservados nuevos
laberintos que me tocaron allí donde las cosas deben tocar: un lugar que
desconozco, pero que no me pasa desapercibido.
Y quiero mencionar
algunas obras que me produjeron una ebullición que luego se transformó en
palabras, recuerdos, poemas, palabras.
Una es Amores
Nocturnos. Cuando vi ese cuadro, me dije, “yo estuve ahí”. Fui actor y
víctima de esa pasión.
Después vino Pongo
violeta aquí, y aquí compitieron la belleza de la imagen con la belleza de
la frase. Y me quedé mirando y puse tiempo ahí.
En Relámpago Cero,
se agolparon la creación, el arco iris, las cataratas de mi infancia y el
relámpago que fue en mi vida encontrarme con la escritura de Menassa.
Cuando me tropecé con La
cueva del saber, pensé hete aquí otro Menassa, un estilo diferente dentro
de su marca. Ahí estaban mis propios nervios, las primeras huellas del saber y
la muerte, ahí estaba Platón atrapado en su propia cueva soñando con el cine y
también alguna lágrima negra por las cosas que mi memoria no pudo retener.
Al sur de Europa, me remitió,
fatalmente, a un libro que me acompañó muchas horas irrepetibles de mi vida y
me pareció natural como un amanecer, pensar que el libro estaba ahí, del mismo
modo que Borges había descubierto que la Luna estaba en la palabra luna.
Y la aventura no había
terminado, me esperaba el recodo más sorpresivo. El encuentro con Homenaje a
Cuba. Ahí resucitaban El Bosco y Dalí, ahí yo ascendía y caía, ahí se
sumó al viaje Guillén: “…por el Mar de las Antillas, que Caribe también llaman,
navega Cuba en su mapa, un largo lagarto verde con ojos de piedra y agua…”
¿Agua dije? Ése es el camino con la
pintura de Menassa: la Natación. Tirarse y dejarse llevar.
En algún puerto, puerta
o parto, nos volveremos a ver.
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