2001 Noches Nº40 –
diciembre 2000
Conferencia dictada en la Universidad Abierta Interamericana,
el 13 de noviembre con motivo del nombramiento de Miguel Oscar Menassa como
profesor honorario.
Quiero agradecer en nombre de la Poesía que se me otorgue una
distinción en esta Casa de altos estudios, precisamente, porque fueron capaces
de sumar a mi larga y fructífera carrera como médico psicoanalista, director de
una Escuela de Psicoanálisis, mis atributos como poeta.
Y puedo decir con vanagloria que yo ya lo había dicho: Un día
hace, exactamente, 30 años, tomé a una mujer entre mis brazos y le dije: Te
prometo, querida, llevar la poesía hasta los más altos niveles del pensamiento.
Para decirlo de alguna manera salvaje, y estábamos en 1971, en
nuestras cabezas resonaban clarines inimaginables. El Primer Manifiesto
Surrealista, cuando Bretón acomete ferozmente contra el movimiento Dada y
abandona de una vez para siempre la seguridad por la inseguridad, cuando
propone sembrar hijos por cualquier parte, cuando elige la poesía, cuando
aconseja partir por los caminos.
El Neruda de Residencia en la Tierra, el Pavese de Trabajar
Cansa, el Faulkner de Mientras yo Agonizo o de Palmeras Salvajes, el Sartre que
nos hablaba empecinadamente de Los caminos de la Libertad que nunca consiguió,
el Joyce del Ulises, el Miller que a los cuarenta años decide dejar la oficina
para ser el escritor que se burlaría de todos y de él mismo, porque al final la
muerte es inevitable, el Vallejo de Los Heraldos Negros, el Maiacovsky de La
Nube en Pantalones, el Esenin de su Guapo, el Arlt de Los Siete Locos, el Tuñón
de La Calle del Agujero en la Media y, fundamentalmente, porque si no ustedes
no entenderían nada: el Marx de El Capital, el Freud de La Interpretación de
los Sueños.
Y aquí me tenéis, después de 30 años, soy el que lo ha
conseguido.
En el Grupo Cero el psicoanálisis psicoanaliza a sus poetas
para que no vayan por ahí diciendo tonterías y la poesía regula la formación de
sus psicoanalistas para que no vayan por ahí haciendo tonterías.
Acto y poema se confunden
irremediablemente y ya no podrán ser en soledad.
Acto sin poesía será sencilla acción que no modificará al
sujeto sino alguna cosita de la realidad.
Poesía sin acto será sencilla prosa que nunca transformará la
historia sino apenas la sonrisa de alguna enamorada.
Y yo soy el que viene a traeros esa novedad: Un poeta comanda
la historia del psicoanálisis. Un psicoanalista pone a la poesía en su lugar.
El realismo Cero no es tal realismo, porque su nivel de
objetividad es la escritura, que sabemos que tiene como función desrealizar.
Y si el realismo ha sido superado, ha sido superada, junto con
él, la avaricia que lo condiciona. El afán de poseer ha sido transmutado por la
pasión de transformar. La verdad para el Grupo Cero no existe sino como materia
prima y su hallazgo sólo determina que podemos comenzar a trabajar en su
transformación.
Entre nosotros todo es un nervio permanente y el que no
soporta esa fuerza desestabilizadora dentro de él, todo el tiempo, no puede la
poesía y, tampoco, aprovecho esta ocasión para decirlo, el psicoanálisis.
El poeta, a la inversa de un líder, debe realizar todas las
tareas que se propone, no debe delegar en nadie sus funciones. Nadie podrá como
él, en todo dejará una marca. No sólo las calles se llamarán con su nombre sino
que, también, la propia poesía se llamará con su nombre.
Basta de religión, basta de dioses, quiere decir que la poesía requiere la integridad de un hombre sin mirada. La poesía no necesita ni pocos ni muchos lectores, ella se conforma con una hoja en blanco y si la hoja en blanco es la propia vida del poeta, mejor.
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