¿Aún se creen que el ciclista Lance Armstrong ha ganado siete Tours de
Francia sólo dopándose?. ¿Nada tienen que ver sus condiciones psíquicas,
el entrenamiento y el trabajo durante años, el equipo humano y
logístico, el grupo al que pertenece, la tolerancia al éxito, el deseo,
al menos, de ganar, la constancia,
perseverancia y dedicación, la ambición, la competitividad?. Sabemos que
todos o sino casi todos los ciclistas de alto nivel se dopan, no es
ningún secreto, una ayuda, éticamente incorrecta o no, si se pretende
alcanzar los niveles exigidos por la Unión Ciclista Internacional para estos deportistas. A pesar de esto, leemos en los principales medios de
difusión que sin escrúpulos le quitan los
siete Tours de Francia, como si hubieran descubierto al cabecilla de un
cartel de la droga, o como si eso arreglara algo, o educara a alguien
por las consecuencias que supone.
Es así como barajan la
posibilidad de dejar el premio desierto, eliminarlo tal como si no
hubiera existido después del gran y costoso despliegue económico,
logístico y humano, después de la participación de tantos otros que
trabajaron y lucharon por el título. Algo tan exagerado, desacertado y
extremo que no nos puede más que hacer pensar que las personas que están
tomando esta decisión, más que actuar de una madera madura, científica y
al menos justa, están desplazando los problemas con su sexualidad
infantil reprimida a decisiones sociales y deportivas tan relevantes
como ésta. Es una manera de entenderlo benevolente, porque también
podemos pensar que es por ignorancia, o
por razones económicas, o directamente por envidia, venganza, maldad, o
por corrupción, o una manera de enviar un mensaje al país de nacimiento
del ciclista, que no sabemos si hubiera sido otro si éste hubiera
nacido, por ejemplo, en china: “ya no sois lo que erais”. Un “por” que
en realidad es un “para” y una “o” que en realidad, seguramente, sea una
“y”.
El caso es que criminalizar a un ciclista, producto del
propio sistema de mercado deportivo, debe ser consecuencia de un
psiquismo al parecer algo impotente y perverso, gobernado por la doble
moral y la culpa proyectada en un chivo expiatorio, la propia corrupción
velada por la aplicación de la ley sobre el peón de turno, parecido a
los arrestos de chinos y famosos en el caso de blanqueo de dinero en
España. Una manera de desviar la mirada, como con el revuelo que este
asunto ha provocado.
El presidente de la Unión Ciclista
Internacional quiere olvidar a Armstrong, eliminar todo su rastro, lo
cual no quiere decir borrarlo de la historia del ciclismo, tal como nos
intentó mostrar el juez Garzón, “legalmente” silenciado. Olvidar a
ciclistas como Armstrong de la historia del Tour porque él continuó
cuando otros seguramente se retiraron antes de ser pillados, es como
olvidar que hubo un padre que se acostó con nuestra madre para que
naciéramos, lo
que no significaría, como sabemos, que no hubiera un padre que
contribuyó al proceso. Y no es que Armstrong sea el padre del ciclismo,
pero los ciclistas son el alma de la competición y ganar siete Tours de
Francia merece algún reconocimiento. En realidad la exageración la
encontramos en los propios medios de comunicación, como con este titular
aparecido el día de hoy en la portada de un periódico: “Armtrong
ensucia los 100 años del Tour”. El entorno no es una excusa, Armstrong
es también responsable de sus actos, pero hay que darse cuenta de que no
es suya toda la responsabilidad que implica el caso y no es justa una
sentencia de ese calibre cuando es juzgado curiosamente por los mismos
que le acusan. La pregunta es: y a ellos ¿quién les juzga?, ¿su mamá?.
Las leyes y las normas hay que aceptarlas, eso lo sabemos consciente e
inconscientemente, no en vano esta sumisión fue la base de la
constitución de nuestro psiquismo y de la civilización. Pero cuando las
figuras de poder actúan como si ellos mismos fueran la ley, cambiando
sus postulados más fundamentales a su antojo moralista y comercial, deja
de existir la ley. A pesar de esto quieren y exigen que otros respeten
esa bruma acuosa en que su mezquindad se despacha a gusto en pro de los
sueños omnipotentes de poder. Con sus necesidades de alimentación y casa
satisfechas mucho más allá de lo requerido por la necesidad, con una
arrogancia con la que no pueden detenerse a pensar que cambiar primero
de ideología, psicoanalizar su goce perverso e infantil, aprender a
hablar y a leer, es fundamental antes de hacer uso de los propios
productos de mercado que ponen en escena su muro de las lamentaciones.
Sería una condición indispensable para llegar a ser un justo gestor de
ese poder económico, político, social, cultural y por supuesto,
deportivo, más correspondiente en estos tiempos al ámbito privado que al
público, más para unos pocos afortunados que para el pueblo. Ejercer el
poder por el poder no educa a nadie, más cuando todos saben, aunque se
hagan los despistados, que con el tema del dopaje importantes cuestiones
se ponen en juego.
El asunto es
que en la mayoría de los ámbitos de poder actuales, lo correspondiente a
la economía no hace más que confundirse con una economía libidinal
“coitalizada”, con un mete saca al estilo más propio de las relaciones
eróticas sodomitas, como la relación de Alemania y España, en que la
primera goza de multiorgasmos bancarios apretándole, con perdón, los
huevos a la segunda. Sabemos, por acertadas películas como "En Defensa
Propia" del Director Miguel Oscar Menassa, que los problemas actuales
del mundo, las medidas políticas desacertadas, el movimiento de los
mercados, son también producto de nuestro psiquismo. Si no, cómo se
explican ustedes que una sola frase del presidente del BCE haga bajar la
prima de riesgo o subir la bolsa en un solo día. Los poderosos lo
saben, la imagen y la palabra tienen más valor y fuerza que todo un
ejército junto, atacando. El problema es que la palabra es un
instrumento que utilizan de manera perversa, si es el caso de que la
utilicen, dado el silencio al que se acogen según el modelo democrático
pro-franquista aplicado. Modelo en que no sólo someten utilizando con
tacañería y escasez el vocabulario, también someten con la represión
policial, con la represión verbal y sexual en el más amplio sentido de
la palabra, o incluso, si nos permiten, más íntimamente tatuando el
golpe de una regla en la mano de un niño mientras se lavan la sotana
aprovechando que Dios anda ocupado resolviendo si Adan y Eva tendrían
que tener, o no, ombligo, en las pinturas renancentistas.
Y parece
que no pasara nada, pero tenemos que decirlo: es socialmente indignante,
políticamente incorrecto, moralmente deplorable, éticamente vergonzoso,
que, como pequeño ejemplo, sean gastados 50 millones de euros en la
visita promocional del papa a España con 870 millones de personas
pasando hambre en el mundo. O
que sea comprado un nuevo papa-móvil por 400.000 €, mientras en la radio
escuchamos al Papa Benedicto XVI en la Jornada Mundial de la
Alimentación, decir: “Se trata, en definitiva, de asumir una actitud
interior de responsabilidad, capaz de inspirar un estilo de vida
distinto, con la sobriedad necesaria en el comportamiento y el consumo,
para favorecer así el bien de la sociedad. Y que valga también para las
generaciones futuras, por su sostenibilidad, tutela de los bienes de la
creación, distribución de los recursos y, sobre todo, el compromiso
concreto por el desarrollo de pueblos y naciones enteras". No podemos
más que sentir contradicción y decepción. La subvención a la iglesia
decrece, aún así se mantiene según los medios españoles en 1,7 millones
de euros. Dinero para negocios privados y bancos sin código deontológico
que les rija, y niños sin dentista, sin gafas, sin transporte, sin
guardería, sin ayuda para estudios, y más encima pagando unos 50 euros
al mes por calentar un tupper en el microondas de su colegio, entretanto
los Ministros comen subvencionados fuera del recorte de 2.700 millones
de euros de la Comunidad de Madrid para los servicios sociales, la
sanidad y la educación. Pequeños ejemplos, grandes esfuerzos de familias
de la clase media en España, tendente a desaparecer.
A lo mejor es que el proyecto está enfocado en que aprendamos a tomar la
posición del presidente español, decúbito prono, y otorgar 40 mil
millones de euros de nuestro dinero a los bancos, de los cuales hacen
uso los directivos de la catástrofe para irse a su casa con
indemnizaciones de 14 millones de euros y con los préstamos cerrados
para el pueblo porque no hay dinero. O si no, incorporándonos hacia
decúbito supino, se elimine el IBI y el IAE al proyecto multimillonario
de Eurovegas, al mismo tiempo que se suben los impuestos, se bajan los
sueldos, se eliminan las ayudas para la educación y la cultura, se acaba
progresivamente con la sanidad para los más necesitados, suben todos
los productos especialmente los de primera necesidad, baja el valor
adquisitivo de los españoles de la clase media trabajadora, de los
pobres, y se destruyen progresivamente desde el año 2008, 2.6 millones
de puestos de trabajo, lo cual eleva a un nada despreciable 25 % la tasa
actual de paro en España. Dentro de este porcentaje se encuentran sobre
todo jóvenes que no solo no trabajan, sino que tampoco estudian, y que
por si eso fuera poco son criminalizados por hablar, por quejarse, por
luchar por algo, designados de extrema izquierda por medios de
comunicación y políticos, como si ese discurso de izquierda se pudiera
encontrar fácilmente en este momento en España.
El paro
aumenta, el consumo decae, volvemos 30, 40 o 50 años atrás en derechos
laborales y sociales más crueles aún si cabe. Y con esta situación en la
mayor parte del vivir cotidiano del pueblo español, escuchamos a la
señora Ministra de Trabajo decir, sin prurito alguno, aunque luego no
pare de rascarse, y sin ningún dato de ninguna entidad que corrobore su
declaración, que estamos saliendo de la crisis cuando todos vemos cómo
se agrava progresivamente la situación en todos los ámbitos. Son
valoraciones que no hacen más que legitimar la estupidez familiar, la
ignorancia, la maldad y las inhibiciones psíquicas de la mayoría de los
que nos rigen y que tienen la palabra en los medios de comunicación.
Estas faltas
de respeto que se permiten los políticos a los ciudadanos también hablan
de un silencio y una pasividad como españoles que nos hace cómplices.
Por un lado, de que la izquierda hoy por hoy malgaste su energía en la
pasividad que requiere mantener un poder que ya perdió en las urnas.
Fracaso, nos atreveríamos a decir que casi deseado después de que su
candidato no pudiera más que ponerse una corbata azul y dejara mentir a
destajo a su opositor en el debate previo y definitivo a las elecciones.
Suponemos que demasiadas complicaciones se avecinaban. Y por otro lado,
en lo que respecta a la derecha, con el poder que le otorgó la mayoría
esperanzada en no ser más vapuleada por la injusticia, encuentran hoy el
cerebro de una operación salvaje, delictiva y criminal contra sí
mismos. Por supuesto no nos referimos a las clases económicas altas,
intactas hasta el momento. Dos manos políticas, Izquierda y Derecha,
atrapadas en este momento histórico de decadencia por un mismo cuerpo
ideológico y discursivo.
Lo cierto es
que con los resultados obtenidos en las elecciones en Galicia no sabemos
si somos conscientes de la situación, o que tal vez la extrema
fidelidad a modelos amados que claramente son perjudiciales, nos hayan
jugado una mala pasada a la hora de votar. También es probable que como
pueblo estemos faltos de alternativas políticas confiables, tanto por la
fragmentación interna que sufren los dos principales partidos, como por
las medidas absolutamente infructuosas para el crecimiento del país:
robo de sueldos, arrebato de los derechos, veto y sectorización de la
cultura y la educación, desatención de los más desfavorecidos, cierre de
todo tipo de centros asistenciales, sociales y culturales, subida de
impuestos, incremento del precio de servicios básicos, etc, etc. Medidas
reflejadas en los nefastos datos consecuentes, como por ejemplo, el
desplome del consumo durante solo el mes de septiembre de 2012 de un 12
%. ¿Esperaban acaso algún otro resultado?.
Y es
curioso que al borde de la pobreza y la exclusión social se le pida a
las familias que dejen de quejarse, bajo amenaza de aplicar el veto al
habla o la manifestación por “artículo 33” de la “Ley x” creada
oportunamente y por cualquier justificación que se inventen, no sin
antes promover el botellón para que los estudiantes cierren la boca en
torno a la botella y no entorno al Congreso de los Diputados, con las
manos levantadas para no ser confundidos con los perturbadores que
gritan: “¡que soy compañero, que soy compañero!”. En resumidas cuentas,
casi todos, si no todos los puntos del programa electoral incumplidos:
en cualquier país civilizado eso significaría una dimisión inminente por
engaño y agresión al pueblo.
Está claro, lo de Armstrong es
una excusa, no vamos a comparar lo incomparable en un ánimo
globalizacionista, pero aunque las diferencias son evidentes, el poder
impositivo y mudo hace estragos de manera muy similar en buena parte del
mundo, injusta, cruel e injustificadamente. Cada uno debería responder
por su parte de responsabilidad, pero no va a ser así ni en España,
donde nos encontramos con paradojas tales como que le otorguen un
crédito de casi 6 millones de euros a un yerno del Rey que dice ganar
3.000 euros al mes, ni en el Tour, que son capaces de
criminalizar a un deportista de manera desproporcionada, borrarle de la
historia, después del trabajo cumplido según sus propios parámetros.
Encontraron cabeza de turco e incriminarán a Armstrong, dejando los
premios desiertos por no verse en la tesitura de pillar a más
deportistas en la falta que daría al traste con el mensaje promocional y
la cuantiosa partida destinada al antidopaje. Y no, no está mal dicho,
la droga es un negocio y el marketing que esta decisión supone es
realmente abrumador: según ellos, Armstrong ha ganado nada menos que
siete Tours de Francia solo por doparse, las ventas se incrementarán un
200 %, toda una oportunidad para deportistas ambiciosos y comerciantes.
Este es el tipo de mensaje al que nos tienen acostumbrados desde los
ámbitos de poder, cuya educación se reduce a aprender a soportar la
injusticia y tolerar la estupidez. La enfermedad, la ambición suprema
del podio y la ignorancia, generan grandes beneficios a sectores
determinados de la industria, dan de comer a gobiernos y enriquecen a
grupos selectos de individuos y/o colectivos como a la Agencia contra el
Dopaje, o bien a las farmacéuticas, dueñas y beneficiarias de la clave
de nuestro éxito, conseguido sin ningún trabajo señoras y señores, sólo
con tomarse una pastillita…
Susana Lorente
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