Trágica la situación de tu partida, esta vez no fue posible opinar.
Distorsionado el mundo, te busco y no sacian los diablos al poema.
Tu último acto también fue el mejor.
Estoy sola, pretendiendo escribir una obra que nombre la magia de un amor perfecto y cansado el corazón, no evaluará a la especie que desconoce la invocación de los ángeles.
Te digo adiós y todo se hace principio.
Luminosidad amorosa del recuerdo.
El mundo en esta tierra, no refleja nuestro cielo y yo busco un espejo que mienta, para volver a verte enamorado de más por esa dama.
Entre un error perfecto y una verdad perfecta, ¿cuál será la diferencia?
Es impensable imaginarte lejos.
Me dispongo a controlar todos nuestros experimentos y sufrimientos de las profundidades que juntos conocimos, distorsionan la línea recta que llega al infinito.
Apuesto y recupero nuestra historia sin prejuicios.
Mis palabras rescatarán la incertidumbre de haberte amado en los finales del milenio, donde todo compromiso amenaza la identidad y la razón de ser soberana.
Desearía volver a la realidad vertiginosa de los años libres y el anhelo vuelve a definir el imperativo inexcusable ya de nuestro compromiso eterno.
Era la luz de tu mirada, la que me hacía increíblemente bella y libre, sensual y amante, mujer y niña, hombre y animal, madre y padre, hijo e hija y hasta Dios mismo.
Amor, tu sexo habitaba dentro de mí como un pájaro altanero y seguro, que de tanto alcanzar alturas nunca pensó en caer.
Después de tu muerte, no he podido encontrar en la tierra nuestro hambre.
Un héroe tarde o temprano abandona la cuestión con los hombres y camina silencioso a cara lavada por otros horizontes.
Vuelve siempre jugando al mascaron de proa y desde allí, el viaje es veraz frente a cualquier desavenencia.
Cúspide tan alta, que no será fácil volver a habitarla.
(del libro inédito de Lucía Serrano "Como la misma pasión")
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