I
Si la realidad es la metáfora de todo lo posible, las ciencias serán lo posible de ser determinado. Para que una ciencia se precie de tal, debe tener su objeto propio. Y su objeto propio no puede ser un objeto real, sino sólo provenir de un objeto real, mediante una transformación que de la cosa hace símbolo, cuyo procedimiento llamamos: trabajo teórico.
La operación de descentramiento que permite transformar la ceguera de la ideología en claridad simbólica no puede, aunque lo intente, terminar con la ideología. Puede, eso sí, interpretarla, rectificarla y hasta transformarla, pero no puede terminar con ella, porque ella es la propia vida del sujeto. Y la propia vida de los sujetos se desarrolla en el campo de la carne, campo infinito y cambiante, ya que cuando determinamos algo en el campo del cuerpo no es para precisar su muerte sino, tan sólo, su transformación.
Y es así como, un espacio de tiempo después del descubrimiento y como del hombre se trata, hablamos de lo que hablamos, volveremos a sentir celos, envidia, egoísmo o cualquier otra tontería, que son esos sentimientos llamados humanos, y en nuestra propia vida, y sin embargo desconociendo no sólo la estructura que hace posible en cada sentimiento una verdad, sino también desconociendo los mecanismos de que dicha estructura se vale para realizar el trabajo de transformación.
A esto lo denominamos trabajo inconsciente, cuyo único destino es transformar el deseo inconsciente en verdad para posibilitar su expresión.
Y ahí donde el síntoma impera como verdad y como verdad impera la palabra, los actos fallidos, el chiste, los sueños, la ciencia, la locura, la poesía, allí es donde se inicia ahora un nuevo trabajo, que será el trabajo del psicoanálisis (no ya del inconsciente) el que, desde los efectos últimos de aquel otro trabajo, construirá ahora teóricamente la estructura determinante de dichos efectos.
El hombre no tiene del inconsciente sino sus efectos, ya que su inconsciente no está en él, sino en la palabra de otro. Palabra que no lleva debajo su imagen iconográficamente representada, sino que lleva debajo otra palabra, que tampoco sabe nada de ella, sino en la reunión con otras palabras.
Cadena significante, donde el sujeto es, no lo que recorre la cadena, sino el que con su propia vida como sujeto, la funda. Y sé que nunca sabré el significado de las palabras que pronuncié si no soy capaz, si no me atrevo a pronunciar otra palabra y otra y aún otra más, porque como humano debo saber que, para lo humano, no hay último sentido.
Hasta la próxima.
Indio Gris
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